La Imagen de Dios


En un momento dado, Jesús preguntó a sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que yo soy? Jesús no preguntó porque él necesitara la afirmación de los hombres para él saber quién él era, sino que los discípulos necesitaban saber quién él era, para entonces poder tener una conexión espiritual mucho mayor.

Los discípulos le dijeron que unos decían que él era Jeremías, otros decían que él era Elías, y otros decían que él era Juan el Bautista. ¡Qué grande fue nuestro Maestro, que tuvo la capacidad de hacer lo que él vino a hacer, no importando la opinión de la gente! No le importó que la gente lo comparara.
A la gente le encanta comparar a uno. Y hay personas que se dejan presionar por las comparaciones, y entonces tratan de imitar, o hacer aquello que la gente espera de ellos. La gente pretendía que Jesús bautizara, porque Juan el Bautista bautizaba. Pero la biblia dice que Jesús no bautizaba, sino que eran sus discípulos quienes bautizaban, porque él no fue llamado a bautizar.
Jesús fue capaz de mantenerse firme. Su poder estaba en esa identidad clara que él tenía de quién él era, y lo que había sido llamado a hacer.
La pregunta que Jesús le hizo a sus discípulos fue: ¿Quién dicen los hombres que yo soy? Y, a través de la historia, la gente ha tratado de responder la pregunta: ¿Quién es el hombre? Pero, antes de tú saber quién eres, hay otra pregunta que se hace en la biblia en cinco ocasiones, que es la que te da la premisa clara y precisa para tú contestar entonces quién tú eres. Esa pregunta es: ¿Qué es el hombre?
En Marcos 12, vemos a Jesús respondiendo varias preguntas a los fariseos, a los saduceos, y a los escribas. Sus preguntas estaban dirigidas a hacerle caer de alguna manera, pero no lo lograron. Y entonces fue Jesús quien preguntó: ¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David?
Jesús explica que David le llamaba “Señor”, ¿cómo, pues, podía ser su hijo? Lo que Jesús estaba tratando de explicarles es que es posible cargar la identidad divina en un cuerpo carnal. Ellos todavía no habían podido superar el hecho de que Jesús fuera hombre, de que lo habían visto nacer, lo habían visto crecer, de que era un carpintero. Ellos todavía no podían entender que la identidad no venía
 de ese ser natural, ni de su profesión, ni de su lugar de nacimiento, sino que la identidad y la imagen que él cargaba era la divina.
Y una de las cosas que tenemos que entender, si queremos reconocer nuestra verdadera identidad, es la necesidad de tener claro en nuestra conciencia que es posible cargar la naturaleza divina en un cuerpo humano.
Dios no escogió un templo de oro, o un tabernáculo de cortinas preciosas, para poner su presencia, sino que escogió tu carne humana, con tus debilidades, con tus fracasos, con tu pasado, con tu ayer. Y la imagen que tú llevas grabada dentro de ti, no es cualquier imagen, sino la imagen de un Cristo resucitado, de un Dios Todopoderoso.

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Mensaje del pastor Otoniel Font

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