Cuando damos a Dios el lugar que le corresponde en nuestras vidas su presencia nos fortalece.
Cuando damos a Dios el lugar que le corresponde en nuestras vidas como Señor, su presencia nos fortalece para resistir la tentación. Entonces, también nosotros estaremos preparados para hacer la obra del reino, y listos para proclamar su grandeza a quienes nos rodean.
Cuando los problemas lo golpeen, recuerde la verdad de Dios, y cobre ánimo. El Espíritu Santo que mora en nosotros tiene los recursos para darnos lo que necesitamos, prepararnos para la jornada y sostenernos con su presencia durante los días malos. Nada puede impedir que los propósitos de nuestro Señor se cumplan (Is 14.27).
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